Qué gruesos los huesos,
cuanto duele mirarte
y tenerte tan lejos...
Cuanto acusan las olas,
que en el oriente se queman
y se evaporan corriendo
todas mis ganas por ellas...
Y que cerquita parece
que puedo tener la arena
pero es la tierra mojada
dónde dormían muy quietas.
Sus escamas marchitas,
y sus collares de perlas
esos seres tan hermosos
que ya no habitan la tierra,
y esos ojos alargados,
y sus sonrisas traviesas
y sus alabanzas hechas
solo para el oído de Dios
porque es el único
que cuando escucha distante
no puede bajar de las nubes
para morirse de amor.
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